La tradición se remonta a la región del noreste de Italia de Veneto, y según cuenta la leyenda cuando el joven y mártir San Pantaleón pasaba sus días predicando y curando enfermos en esa localidad, todo vestido con andrajos, un día 29 tocó a la puerta de una familia de pescadores que lo invitó comer y le pusieron en la mesa un plato de ñoquis.
Como forma de agradecimiento en ese acto de amabilidad y solidaridad, en un año no muy bueno para la pesca, el santo les pronóstico una notable mejoría en la actividad en los próximos meses.
Cuentan además que cuando el joven se fue, la familia encontró debajo del plato vacío unas monedas de oro, con las que inauguraron esa temporada de prosperidad, por lo que las familias de la región adoptaron esta fecha para degustar esta pasta.
La tradición llegó a la Argentina, específicamente a Río de la Plata, durante la oleada de la migración italiana a América en el siglo XIX y que hasta hoy se mantiene vigente, mes con mes, en toda Argentina.