Espectáculos | 28-02-2011

Sobriedad, elegancia y frescura en la entrega de los Oscars



Cómo fue la 83º edición de la entrega de los premios más importantes de Hollywood



La enorme sonrisa de Anne Hattaway y la sencillez de James Franco, los conductores, dieron a la trillada edición de los premios de la academia, un aire fresco mas allá de los pronósticos.



Como es costumbre en el país de las stars hollywoodense, el colorado y el dorado del “Teatro Chino” recreado en el fastuoso escenario, otorgaron ese toque de distinción presente en cada una de las nominaciones.



Pese al esfuerzo de los organizadores de esta fiesta, la más esperada del espectáculo mundial, el desafío por acotar los tiempos en los agradecimientos este año tampoco fue posible. Si bien los discursos no se prolongaron demasiado fueron poco expeditivos.



El momento emotivo emergió de la garganta de Celine Dione. La canadiense entonó “Smile” recordando a aquellos hombres y mujeres de la industria del cine que ya no están.



El bochorno de la gala fue el debut ante millones de televidentes de la blonda Gwynet Paltrow como cantante. Ganadora de Oscar en otras ediciones, la esbelta Gwynet no brilló en su interpretación de música country.



Sorpresa para muchos causó la aparición de la “mujer televisión” y dueña de un premio Oscar en 1983 por su papel en Color Púrpura, Oprah Winfrey. La animadora número uno de los Estados Unidos, recogió más aplausos que la misma Natalie Portman quien se alzó con la estatuilla de mejor actriz por encarnar a “Nina” en el Cisne Negro.



Párrafo aparte merece el estupendo vestuario de la presentadora y actriz de “El diablo se viste a la moda”, Anne Hattaway. La chica mimada del celuloide lució radiante y a la altura de las circunstancias enfundada en largos vestidos y emulando a aquellas grandes divas del séptimo arte.



Los tambores resonaron para anunciar que “El discurso del rey” era el film que este año se alzaba con el galardón de mejor película. Sin duda alguna el anuncio más esperado de la velada y fue el mismo Steven Spielberg que lo entregó.



El broche de oro a lo Judie Garland estuvo a cargo de un coro de niños de un colegio de Nueva York. La inmortal letra de “Al final del arco iris” inundó la sala con gratos recuerdos y dejo plasmado que los sueños a través de la gran pantalla sí se pueden realizar.




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