General | 28-02-2011

Santiagueños aportan anualmente una fuerza laboral sin precio, por Alba Silva



Unos 60 mil santiagueños cada año dejan su tierra para viajar a la cosecha enancados en una costumbre de generaciones que pasa por la necesidad de trabajo y, una suerte de "iniciación" laboral para los jóvenes que no tienen más perspectiva que la de ser peón golondrina por unos meses y aportar, así, una cantidad de dinero a la economía de sus familias.



"En este contexto el campesinado sólo sirve para peón, una mano de obra barata" que en promedio aporta entre dos mil y cuatro mil pesos por cosecha a la economía de la casa "nunca más de eso y muchas veces bastante menos", dijo a Télam, Angel Morán, delegado en Santiago del Estero de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación y de actuación en esta mítica localidad santiagueña.

Morán explicó que "la exclusión es por el histórico abandono a los campesinos. No hay rutas, no hay agua, no hay escuelas. El Programa Social Agropecuario (PSA) del Banco Mundial, comenzó en los 90 de la mano de Cavallo como programa de emergencia para aliviar la pobreza, pero ahora es una Subsecretaría de Estado y el objetivo es otro".

Las denuncias por reducción a la servidumbre que estallaron en los medios nacionales en los primeros días de enero, pusieron el tema en la agenda pública al punto que la Presidenta de la Nación decretó que el 2011 sea el año del "Trabajo Decente, la Salud y Seguridad de los Trabajadores", que apunta a sacar de la ilegalidad a miles de peones golondrinas, entre otros trabajadores.

Pero el tema no es nuevo en Santiago del Estero, donde la práctica de viajar al sur, a la "desflorada" del maíz o a las otras cosechas que el calendario productivo ofrece, es buscado por miles de santiagueños sin trabajo, ni posibilidades de conseguirlo en una provincia que sólo en los últimos años comienza a organizar la infraestructura económica.

Para el corresponsal del diario El Liberal en Loreto, Julio Jozami, los peones golondrinas "escapan a la desflorada desde una realidad que es muy agobiante" pero al mismo tiempo afirma que esa actividad económica reaulta "exitosa" para los campesinos porque "si no, no se hubiera prolongado tanto tiempo".

"Hace unos 20 años escribí sobre las oscuras golondrinas que por esta época van y vienen de Loreto. Las denuncias que circulan pueden ser contraproducentes porque la gente en la próxima va a tener que rogar que los lleven", asegura con voz de barítono en el tórrido mediodía pueblerino.

Loreto, 59 kilometros al sur de la capital santiagueña sobre la ruta nacional número 9, es una de las "ciudades puerto" junto con Ojo de Agua, donde miles de trabajadores rurales temporarios embarcan rumbo a distintas localidades de la pampa húmeda en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba o Río Negro para desflorar el maíz.

En los bares o esquinas se juntan las cuadrillas integradas por el cabecilla, uno más entre los peones pero con la responsabilidad de juntarlos y conducirlos y quien -a su vez- es convocado por los reclutadores de agencias de colocación contratadas por empresas agroindustriales denunciadas ahora ante la justicia.

Pero a la cosecha anual en temporada de verano, no sólo campesinos sin trabajo se anotan, sino también empleados públicos: maestros, policías y municipales que organizan sus licencias por vacaciones para "sacrificarse por unas semanas para volver con unos pesos para hacer una piecita o comprar una moto", según coincidieron varios consultados de Loreto.

Las anécdotas laborales se multiplican para los duros campesinos santiagueños aunque, como el caso de Roberto, quien en el 2009 a sus 51 años vivió su peor experiencia en una finca entrerriana donde la reclutadora atamisqueña, Miriam Gerez, denunciada ante la justicia, lo llevó junto a unos mil peones para juntar arándanos.

"Quería volver a mi casa, estaba pasando hambre. El arándano es una cosa muy delicada que hay que hacer con muy mucho cuidado. Si tiene rocío no te dejan juntar, había que esperar que el sol caliente y evapore el agua para que recién nos larguen a trabajar", contó.

"Sabíamos hacer cuatro -los más guapos- cinco o seis bandejitas y ¿qué ibamos a hacer con eso si para ganar 70 pesos por día había que hacer 12 ó 14 bandejitas?. La mayoría no llegábamos así que no ganabamos nada. Por las protestas fue a vernos la chica Gerez que nos decía `que estabamos bien, cerca del río, de picnic´ pero nosotros no ibamos a estar de picnic, íbamos a traer plata para nuestra familia´, agregó.

"Al final volví con el boleto después de un mes de esclavo. Tuve que pagar el pasaje ida y vuelta y la comida, uno sale jugado y ellos, los empresarios, nunca pierden. Eramos cerca de mil, todos juntos pasando hambre. No me acuerdo el nombre de la finca, lo que pasa es que perdí la memoria por la debilidad", dijo en medio de las risas de sus compañeros en la noche santiagueña.




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