Deportes | 29-03-2011

La deuda de Messi: hacer goles en la Selección



Es el segundo goleador de la Liga de España con 27 tantos en 29 partidos, el máximo en Champions y en Copa del Rey. En la temporada lleva 45 tantos en 40 partidos con el Barcelona. Su espina, sin embargo, es el gol con la camiseta argentina.



Lionel Messi bien puede compararse con Aquiles, el protagonista de un poema escrito en el Siglo I que cuenta que, al ser sumergido por su madre en la corriente de un río para volverlo inmortal, lo tomó de su talón de derecho, parte que para siempre fue su punto débil y la única en la que podía ser herido.

En la vida de Messi, su talón es la Selección, un espacio donde nunca pudo explotar en la dimensión que se le conoce en el Barcelona, donde es capaz de todo lo posible y, como pocos, de lo imposible también.

En el club balugrana, su poderío es abrumador: es el máximo goleador de la actual Liga de Campeones, con 8 tantos, de la Copa del Rey, con 7, y el segundo mejor artillero de la Liga de España, con 27, sólo uno por detrás de Cristiano Ronaldo.

Se convirtió, esta temporada, en el máximo goleador no europeo de la Champions, el séptimo máximo anotador en la historia de ese certamen, y lleva también 45 tantos en 40 partidos en la temporada 2010/2011, a razón de más de una a notación por encuentro.

Las estadísticas serían interminables. Sus logros en el Barcelona, parece, también. Sin embargo, en su magnífica historia hay un espacio vacío que, por cierto, no desconoce: "Seré el mejor del mundo cuando gane un Mundial", dijo "Lio" días antes del inicio de la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 para dar por finalizada su comparación –que en definitiva nunca acabará– con Diego Maradona.

En la Selección lleva 18 goles en 60 partidos (en 54 fue titular), a razón de 0,3 tantos por encuentro, desde su debut en 2005.

Formó parte de 5 procesos diferentes: el de José Pekerman, el de Alfio Basile, los dos de Sergio Batista (el actual y en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008) y el de Diego Maradona, y en ninguno supo ser, como de aquel lado del Atlántico, "el mejor del mundo".

En el primer era suplente: en su puesto jugaban Javier Saviola y Hernán Crespo, y las primeras opciones de cambio eran Rodrigo Palacio y Carlos Tevez. En el Mundial de 2006 sólo fue titular ante Holanda, partido en el que fue reemplazado por Julio Cruz en la mitad del primer tiempo. El esquema utilizado por Pekerman era de 4-3-1-2.

Su mejor versión fue en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 bajo la conducción de Sergio Batista y su clásico 4-3-3, el mismo esquema que aplica en su actual proceso en la Selección mayor, avalado también por el sistema táctico del Barcelona.

Allí jugó como delantero junto a Sergio Agüero y con Riquelme como enganche.

Con Maradona se vio su peor versión, quizá por el puesto equivocado en el que jugó, donde se le dio toda la responsabilidad del juego sin tener, como respaldo, una idea clara de cómo llevarlo a cabo. Fue una especie de hacé lo que puedas y se acomodaba en la cancha según la necesidad: de enganche, de delantero y hasta de recuperador.

El técnico lo rodeó de jugadores en su mismo puesto (Tevez, Higuaín), y "La Pulga" se mostró desconcertado en un equipo donde no tenía lugar, pese a que era el símbolo del equipo.

Su explosión se produce en el 4-3-3 del Barcelona, un equipo cuya filosofía es simple en la teoría, inposible de copiarse en la práctica: base en la recuperación de la pelota con una defensa que juega casi en la mitad de la cancha, perfección técnica en el mediocampo para la generación de juego y otro tanto en la delantera, que ocupa todo el ancho de la cancha para que Messi explote por el medio.

Esa es la idea fundacional de Batista para lograr de Messi lo que sólo Guardiola ha podido en plenitud.




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