General | 28-07-2012

Por qué los padres no controlan a sus hijos



Parecen los dueños del hogar. Imponen sus decisiones contra los mayores y se resisten a ceder. Infobae América habló a especialistas para entender los cambios en la familia



"¡Es muy difícil ponerles límites! A mí me cuesta mucho. ¡Con dos lagrimitas me convencen! Con esa táctica se salen con la suya y cada vez es más complicado que me hagan caso, así que estoy tratando de ponerme firme, porque cuanto más grandes sean, más me va a costar", respondió una de las participantes de la encuesta que realizó Infobae América a través de Facebook para saber qué dificultades tienen los padres con sus hijos.

Inquietos, excitados, irreverentes. Los niños parecen fuera de control. Padres, maestros y cualquiera que concurre a algún lugar en el que hay menores de diez años, parecen percibir lo mismo. La férrea disciplina paterna que dominaba a los chicos, haciéndolos obedecer e incluso temer, pertenece a otro tiempo. ¿Qué cambió en las familias?

Crisis en los vínculos familiares

"En las últimas décadas cambió el carácter jerárquico de la familia. Los padres empezaron a tener una relación menos distante con sus hijos, expresando su afecto cada vez más", contó Daniel Pedro Míguez, sociólogo y doctor en antropología social, investigador del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, de Argentina), en diálogo con Infobae América.

El cambio radical en la manera de criar a los hijos es algo que los padres tienen muy claro, y eso se notó en el sondeo realizado. "La rigidez que tenían los padres de antes ya no existe. Será porque yo en mi niñez y adolescencia la pasé tan mal que no quise hacer lo mismo con mi hija y tal vez me fui al otro extremo, pero no me arrepiento".

Entonces, el cambio no se produjo en los niños, sino en los progenitores, que no quieren tratar a sus hijos como ellos mismos fueron tratados por sus padres. Son ellos los que no creen en la necesidad de disciplinar como en el pasado.

"Perdieron legitimidad las formas tradicionales de autoridad parental. Por ejemplo, los padres ya no pueden poner límites a sus hijos a través de la fuerza física, porque perdió aceptación. Pero no surgieron nuevas formas de relación parental, que permitan una regulación efectiva, en la que todos alcancen las finalidades que se proponen. Esto produce cierta crisis en los vínculos familiares", explicó Míguez.

La pregunta es por qué cambiaron los padres. La respuesta es difícil porque no hay un solo motivo. Pero uno de ellos sería que ya casi no existen las familias gigantes, donde hasta tres o cuatro generaciones convivían en una misma casa, y el abuelo era el que impartía el orden, que bajaba hasta sus nietos.

Ahora las familias son más pequeñas y cambiantes, lo que hace más difícil que las directivas tradicionales se hereden. Así se debilita la capacidad del núcleo familiar para imponer un orden interno.

"Hay mayor simetría entre varones y mujeres"

“Fui mamá de Jimena y Javier con 23 y 25 años y, luego de casi 20, de María José con 43 años.... Los chicos ahora son distintos… o lo somos nosotros, no lo sé. Creo que ahora tenemos menos tiempo, todas trabajamos. Yo estaba en casa con mis hijos mayores y eran más sumisos. Ahora son más rebeldes”, respondió una madre en la encuesta.

Que las mujeres empiecen a trabajar cambió profundamente la estructura de la familia. El trabajo hace que pasen menos tiempo en la casa con los hijos, que además ya no viven con abuelos y tíos como en el pasado. Así se pierde la fuerza reguladora que tenía la constante presencia de muchos familiares mayores en la casa.

Pero además equilibró la relación desigual que había con el varón, que dejó de ser el sostén exclusivo de la familia.

El padre humillado

"El padre ha caído del lugar de autoridad que ocupaba en la familia judeo-cristiana tradicional. Era el administrador de la ley, el que regulaba, el que decía lo que se podía y lo que no. Pasamos al padre humillado, que perdió su anterior lugar de respeto, autoridad y saber", aseguró la psicoanalista Esther Any Krieger, miembro de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional).

Si bien este parece ser un fenómeno que atraviesa toda la sociedad, no ocurre de la misma forma en todas las clases sociales.

"La madre -según Míguez- no necesariamente pasó a sustituir el rol del varón como el principal proveedor del hogar. Pero, particularmente en los sectores medios urbanos más escolarizados, empezó a instalarse que las mujeres tenían derecho a una carrera profesional".

Si bien en muchos casos los varones siguen ganando más que las mujeres, el equilibrio es ahora mucho mayor. Entonces, como la autoridad deja de estar concentrada sólo en el padre, se debilita.

Pero en los sectores medios este cambio suele ser aceptado por todos. Es cada vez más difícil encontrar mujeres de altos estudios que no quieran desarrollarse profesionalmente u hombres que no estén dispuestos a aceptarlo. Ese cambio cultural hace que la pérdida de autoridad del padre a veces no sea vivida de forma tan crítica. Pero no pasa lo mismo en otras partes.

"A partir de los años noventa, en las clases trabajadoras y en los sectores bajos, surge la necesidad de diversificar los ingresos familiares, porque ninguno tiene trabajo estable. Es decir que más miembros de la familia empiezan a trabajar. Pero no es una transformación cultural. Se hace para sobrevivir", contó Míguez.

"Esto genera mucha conflictividad dentro del núcleo familiar, porque el cambio en lo que aportan económicamente el varón y la mujer no se acompaña por una modificación en cómo entienden las relaciones de género. Entonces pierde autoridad la figura paterna, porque ya no es el principal proveedor, a pesar de que para esas familias debería seguir siéndolo", agregó.

La transformación en las relaciones familiares, que llevan a que se pierda el poder rector y organizador del padre, produce cierta desorganización en cualquier caso. Pero mucho más si eso ni siquiera está aceptado por los miembros de la familia. Entonces sí, el padre aparece totalmente humillado, y la familia queda con pocos recursos para contener los conflictos internos.

"La angustia contemporánea -según Krieger- se debe a la desaparición del manto protector del padre. Al no haber un tutor que regule y que guíe, los hijos quedan arrojados a impulsos irrefrenables, que muchas veces llevan a adicciones de todo tipo o a una gran violencia".

Míguez da algunos ejemplos para entender lo que pasa. "Los vínculos se hacen más violentos, las familias se rompen con mayor facilidad y los enfrentamientos entre las generaciones son más abiertos. Por ejemplo, crecieron las denuncias de padres respecto de los comportamientos de sus hijos, porque no los podían controlar, se escapaban de la casa o robaban".

El modelo familiar de la primera mitad del siglo XX dejó de existir hace muchos años. A pesar de sus aspectos más oscuros (ver puntos importantes), como castigos físicos a veces impiadosos y una frialdad en el trato que sería casi imposible de digerir en la actualidad, era una forma bastante efectiva de organizar a los niños y prepararlos para le vida.

El problema no es que haya desaparecido ese modelo, sino que no lo haya podido reemplazar otra forma efectiva de organizar a la familia y de criar a los hijos.




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